LA NOCHE
Me encanta la oscuridad. Mejor dicho, me encanta la noche. Cuando era pequeña, mientras mi madre preparaba la cena antes de que mi padre volviese del trabajo, me gustaba encerrarme en el salón, apagar las luces y observar por la puerta de la terraza la ciudad de noche. La iluminación de las farolas que se adentraba en el salón. Y las miles de lucecitas de Madrid al fondo. Me encantaba.
Adoro los viajes de noche. Conducir de noche, por una carretera oscura, sin más iluminación que los cuadros del coche, me sumerge en la paz. Más aún si es invierno y llevas la calefacción encendida, confortable clima de calor y oscuridad. Me siento invulnerable.
Y los viajes de copiloto, esos son los mejores. Observar la oscuridad del paisaje, si no hay luna, mucho mejor, más oscuridad para apreciar con mis sentidos. Y ver los pueblecitos iluminados e imaginar las historias que se esconden detrás de cada ventana con luz.
La oscuridad de una noche sin luna, cuando puedes contemplar los millones de estrellas que siembran el firmamento. Distinguir las constelaciones, como hacíamos cuando éramos jóvenes, y buscar la estrella más brillante, esa que sé que eres tú, cuidándome desde el cielo. Y te hablo, y me respondes, y por un breve momento puedo sentirte aquí nuevamente conmigo.
Salgo a mi terraza de noche y me hieren las luces de las farolas. Si por mí fuera, las apagaba todas a pedradas, como cuando éramos niños en el pueblo, cuando salías de noche con toda la tranquilidad del mundo, paseando por la oscuridad de la carretera e imaginando historias imposibles.
Odio los amaneceres porque me quitan mi noche, igual que amo las puestas de sol, porque me la traen, creando ese mágico momento en el que te sientes capaz de todo.
Y cada vez me acuesto más tarde, para disfrutar de mi noche, porque si me acuesto temprano, se acabó la noche. Y en tan solo un segundo, te despierta el horrible sonido del despertador para anunciarte que comienza otro día absurdo de rutinas, prisas, órdenes y desórdenes.
Sí, me encanta la noche, noctámbula por naturaleza. El sueño, que no los sueños, se ha convertido en una pérdida total de tiempo, a total waste of time, que dirían mis amigos ingleses. Porque el sueño me niega tu compañía. Por eso cada vez duermo menos, y estoy contigo más…
Ana Centellas. Agosto 2016. Derechos reservados.
La noche es un caldero de magia pura, sólo hace falta no tenerle miedo a los ingredientes. Preciosa entrada, me encanta ♥
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me alegro de que te guste! Gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona