Por capítulos: «Terrores nocturnos» (Parte I)

 

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TERRORES NOCTURNOS (PARTE I)

Cada noche me iba a la cama con el corazón en un puño. No quería dormir, cada día iba retrasando más el momento, pero llegaba un punto en que el cansancio me vencía y no me quedaba más remedio que acostarme. Me acurrucaba en la cama y me tapaba la cabeza con las sábanas, como si eso me pudiese proteger de la malignidad que habitaba en mis sueños. Pero no podía evitarlo, y con el corazón acongojado y los dientes castañeteando de puro miedo, iba dejando que el sueño me venciera.

Todo comenzó hace alrededor de dos años. Fue la primera pesadilla, con el ligero matiz de que yo sabía que no se trataba solo de un mal sueño. Aquella primera vez, la pesadilla me pilló por completo desprevenido en las primeras fases del sueño. Apenas llevaba una hora en un sutil duermevela cuando ocurrió. Y lo sentí tan real que por unos instantes tuve la duda de si estaba dormido o despierto. Desperté inquieto, sudoroso. La luz de la televisión aún inundaba mi cuarto y mi mujer dormía con placidez a mi lado. Hice un mohín al ver las sábanas mojadas, qué ridiculez, a mi edad no me podía estar pasando esto, pensé.

Desperté a mi mujer con cuidado, no quería alterarla, debido a su estado. Hacía apenas un mes que nos habíamos enterado de que íbamos a ser padres. Ella, como siempre, me inundó de tranquilidad. Siempre ha bastado una mirada suya para que mis temores pasaran a un merecido segundo plano. Juntos rehicimos la cama y nos volvimos a dormir. Aquella noche, no me volvió a molestar.

En mi sueño, aquel primero que tuve, estaba en mi casa, solo. Era el anochecer y estaba asomado a la terraza. Desde allí podía observar una vista más que privilegiada de Madrid. Era mi casa, mi terraza, lo podía ver con absoluta nitidez. No faltaba en mi sueño el más mínimo detalle, incluso aparecía la flor que luchaba por vivir bajo el frío, en una maceta que Sofía había colocado unos días antes. Había salido a fumar, como siempre hacía desde que nos enteramos de que íbamos a ser padres. No quería que el humo pudiese producir algún problema en mi mujer ni en mi futuro hijo. Yo estaba feliz, también recuerdo con claridad esa emoción. De pronto, al levantar la vista al frente, sobre los tejados del resto de edificios, vi una gran sombra que se cernía sobre el horizonte. Estaba en la lejanía, pero su simple visión me produjo el más profundo de los espantos. Sabía que aquello, fuese lo que fuese, no era nada bueno. Y que venía a por mí. Desde entonces, desde aquel fatídico día del mes de enero, el sueño se vino repitiendo cada cierto tiempo. Al principio solía ser una vez a la semana. Y siempre era lo mismo. La misma sombra revoloteando en círculos en la lejanía. Buscando la manera de llegar hasta mí. Pero parecía que no lo conseguía. Yo me despertaba asfixiado, aterido, aterrado. Grandes gotas de sudor frío recorrían mi frente. La cama mojada. Vuelta a empezar. Según iban pasando los meses, la pesadilla se fue haciendo cada vez más y más fuerte. Y también más frecuente. A los dos meses desde aquella primera vez, ya vivía aquella desagradable experiencia al menos dos veces por semana. Siempre lo mismo. Corría ya el mes de marzo y las plantas de Sofía estaban comenzando a florecer. Así es como se aparecían en mi sueño. Incluso me percaté de que en aquellos espantosos sueños yo vestía la misma ropa que había llevado a la oficina aquel día. Y veía cómo aquella sombra maléfica ya estaba rozando el extremo norte de mi ciudad.

A mi alrededor todo transcurría con absoluta normalidad. Sofía llevaba un embarazo excelente y se estaba cuidando mucho. En aquellos días, durante una de las ecografías de control, nos dijeron que íbamos a ser padres de una niña. Tanto Sofía como yo estábamos muy ilusionados con la noticia. Incluso comenzamos a comprarle algo de ropita. Toda esa felicidad se esfumaba de un plumazo cuando llegaba la noche y la pesadilla volvía a mi encuentro.

Ana Centellas. Diciembre 2016. Derechos registrados.

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Publicado por Ana Centellas

Porque nunca es tarde para perseguir tus sueños y jamás hay que renunciar a ellos. Financiera de profesión, escritora de vocación. Aprendiendo a escribir, aprendiendo a vivir.

45 comentarios sobre “Por capítulos: «Terrores nocturnos» (Parte I)

  1. ¡Una historia de miedín! Yum…
    Por no repetir los parabienes de siempre, un comentario estilístico (faltaría más, desde el cariño): al inicio hay demasiados «me» para mi gusto. El párrafo de la ¿sombra?, ¿pesadilla aun estando despierto?, ¿perro de Tíndalos :D? está muy bien, con frases rápidas que se apelotonan para dar impresión de pánico, muy bien construidas.

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