ME PARECIÓ HABER VISTO UN LINDO GATITO
Hace unos días, durante unos de mis paseos nocturnos, me pareció ver un pequeño gatito negro acurrucado en el arcén de la carretera. Me gusta mucho salir a dar paseos por la carretera, vivo en un pueblecito pequeño y es normal salir a pasear sobre el asfalto, rodeados de naturaleza, sobre todo en verano. Aquel día vi a aquel pequeño gato, parecía asustado, así que lo acogí en mi regazo y, tras comprobar que no tenía collar alguno, decidí llevarlo a casa.
Al principio parecía asustado, pero según fueron pasando los días fue cogiendo confianza conmigo, agradecido por los mimos que le hacía y la comida que con tanto amor le entregaba. Siempre he sentido pasión por los animales y, como me encontraba sola, pensé que aquel pequeño gatito podría hacerme la compañía que tanto necesitaba.
Los primeros días con él fueron maravillosos. Le compré una camita, una cajita de arena y dos comederos, uno para la comida y el otro para el agua. A pesar de ello, Frankie, que fue el nombre que le puse, prefería venir a dormir conmigo a la cama, acurrucado a mis pies.
Yo estaba encantada. Cada vez que llegaba a casa, venía en mi busca, zalamero. Encontré el compañero perfecto que llenaba mis momentos de soledad.
Pero una noche, todo aquello cambió. Frankie, sin saber por qué, dejó de venir a dormir conmigo y prefería quedarse en su camita. Yo lo interpreté como un signo de independencia y tampoco le di mayor importancia. Tampoco salía a recibirme cuando llegaba a casa, y eso me extrañó bastante más. No comprendía a qué se debía aquella forma de comportarse tan huraña.
Pasaron unos días y, una noche próxima a la luna llena, yo dormía plácidamente en mi mullida cama. Algo me sobresaltó dentro de mi sueño, aunque no sabría precisar qué fue. Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue la imagen de Frankie caminando hacia mí en la oscuridad. Podía distinguirlo con total claridad, gracias a unas rendijas de luz que se colaban por los agujeros de la persiana.
Su imagen, siempre tan adorable, había cambiado de manera radical. Venía hacia mí amenazante, con los ojos verdes inyectados por la ira, el pelo por completo revuelto y las garras afiladas sobresaliendo de sus pequeñas pezuñas. Un escalofrío de terror recorrió mi cuerpo entero, pero apenas duró un segundo, pues Frankie, con pasmosa habilidad, recobró su cariñosa imagen habitual y se alejó con parsimonia de mi habitación, no sin antes girar la cabeza y dirigirme una mirada entre tenebrosa y desafiante. Fui por completo incapaz de volver a dormir aquella noche.
Las noches siguientes fueron igual. Por mucho que tardase en conciliar el sueño, cuando al final caía rendida por el cansancio, el amenazante Frankie volvía a despertarme avanzando hacia mí, para después regresar por el mismo lugar por el que había venido.
La noche del plenilunio, aterrada ya por Frankie pero incapaz de echarle de mi casa, cuando desperté, allí estaba él. Su pose era soberbia, altiva y en exceso amenazante. Los grandes ojos verdes brillaban en la oscuridad llenos de maldad, esa era la palabra más adecuada para describirlos. El pelo erizado, que yo siempre cepillaba cada día, le confería un aspecto espeluznante. Y las garras, como siempre, mostraban unas largas y afiladas uñas. Pensé que volvería a su lugar, como las noches anteriores, pero nada más alejado de lo que ocurrió.
Frankie, con un habilidoso salto, recorrió de un tirón la distancia que le separaba de mí y se encaramó sobre cuerpo. Mi cara de espanto se reflejaba en sus malditos ojos verdes. Un fuerte zarpazo atravesó mi rostro, desde la frente hasta la barbilla. Fue entonces cuando descubrí el gran poder de su mente, pues se introdujo en la mía de una forma alta y clara, que no dejaba lugar a dudas:
—¿Me tienes miedo? Haces bien en tenerlo. Tenía que haberte mostrado mucho antes mi verdadera cara. Yo soy tu amo, ¿lo has entendido bien? ¡Tu amo!
Desde entonces, apenas salgo de casa. Hasta la compra me la entregan en mi puerta. He tenido que dejar mi trabajo para atender todos los deseos de mi señor. Las pocas veces que salgo a la calle, los vecinos se refieren a mí como «la loca». Luciendo mi perfecta cicatriz en la cara, no hay nadie más en el pueblo que se deje pasear por su gato con un collar al cuello.
Ana Centellas. Enero 2017. Derechos registrados.
Este relato, recién salido del horno, ha sido elaborado con mucho cariño, para el habitual reto literario del grupo de Facebook «El maravilloso mundo de los libros».
Muy original, mucho, yo tengo cuatro gatas y no tienen nada que ver con el de tu relato. Jsjsjajs. Besos a tu alma.
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Gracias!! 😘😘
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Y AHORA NO PUEDES ECHAR AL GATO Y SI LE ECHAS NO TE PONGAS NERVIOSA QUE VOLVERÁ EL SABRÁ HACERLO AUNQUE LE TIRES A UN CANAL…
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Ya te digo!
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Vaya con el minino! 😱
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Un poco capullín, sí 😂😂
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En la poesía igual estas un poco verde pero en cuanto a relatos se refiere, eres toda una profesional, se me han quedado los pelos del lomo erizados, como lo vea mi dueño me da una paliza, es un perro con muy malas pulgas. 😉
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Jajajajaja gracias Antonio!! Besazos!
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Leído a la ligera resulta un relato entretenido y emotivo; pero si lo haces con profundidad, observas incoherencias y redundancias, que te hacen pensar que ha sido escrito a vuelapluma.
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Ok Fran, respeto tu opinión.
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¡¿Así, sin más?!
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Sí, es tu opinión y nada que diga va a cambiarla, así que sí, sin más
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Esperaba que al menos me preguntases en qué me baso, ya que, de ese modo, podrías descubrir si es cierto o, por el contrario, solo trato de menoscabar tu trabajo.
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En vista de tu actitud, me voy a tomar la libertad de argumentar mi punto de vista:
“Hace unos días (me indica cercanía), durante unos de mis paseos nocturnos, me pareció ver un pequeño gatito (gatito lleva implícito el adjetivo utilizado) negro acurrucado en el arcén de la carretera. Me gusta mucho salir a dar paseos por la carretera (me gusta mucho pasear queda mejor), vivo en un pueblecito pequeño y es normal salir a pasear sobre el asfalto, rodeados de naturaleza, sobre todo (aquí falta una coma, según las normas establecidas…) en verano. Aquel día (el inicio me transmite lejanía, y de ahí, la susodicha incoherencia, ese día quedaría mejor) vi a aquel pequeño gato (el minino, en lugar de repetir las redundancias), parecía asustado, así que lo acogí en mi regazo y, tras comprobar que no tenía collar alguno, decidí llevarlo a casa”.
Espero que, al leer la sugerencia y el texto que sigue a este párrafo, compruebes que con menos palabras se puede decir lo mismo sin necesidad de convertirte en tu propia denostadora:
Hace unos días, durante uno de mis paseos nocturnos, me pareció ver un gatito negro acurrucado en el arcén de la carretera. Me gusta mucho pasear, vivo en un pueblo pequeño y lo normal es caminar por el asfalto, rodeados de naturaleza, sobre todo, en verano. Ese día, el minino parecía asustado, así que lo acogí en mi regazo y, tras comprobar que no tenía collar, decidí llevarlo a casa.
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Muy bien, Fran. Tus observaciones me parecen acertadas y las tendré en cuenta para próximos relatos.
En cuanto a mi actitud, ten en cuenta que es lunes y no puedo estar pendiente de esto durante todo el tiempo.
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Está muy bien. Enhorabuena
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Gracias 😊
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guauuu… o mejor dicho, en éste caso, miauuu, !qué garra tiene esa escritura! Me ha encantado.
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Muchas gracias! 😘😘
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A ver Ana, tú eres feliz o te ha poseído algún ente maligno? No se puede narrar con tanta verosimilitud sin algunos vívidos e intensos recuerdos. El relato es tremendo y atrapa al lector, me ha recordado a Historias para no dormir. Con un acento final irónico de crítica social en el retrato de la soledad de la víctima de malos tratos. Por un gato, sí. Pero da mucho en que pensar. Excelente. Un beso
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¡Gracias, Carlos! Eso díselo al grupo, que me están pasando al lado oscuro, jajajaja
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Jajaja 😂 Carai con el «gatito»!! Muy chulo, Ana! Besoooos 😘
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¡Gracias, Lidia! ¡Besazos!
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¡Qué bien escrito y qué escalofriante! Y pensar que iba a escribirte que es mejor tener en la cama un gato antes que un hombre, con lo tierna que habías empezado… ¡Al final me pusiste los pelos de punta!
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Un gato antes que un hombre?? Anda que…
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Créeme; soy hombre, jajaja. Nada como las mujeres.
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Miau…. mi nombre es Frankie, y soy fan de Sinatra. 😉
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😂😂😂😂
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Un relato escalofríante, Ana y la disección que hace Carlos me parece acertadísima. Vas más allá de lo que aparentemente dices, terminando con ese final a modo de reflexión.
Tantas cosas me ha hecho recordar, que por un momento me ha dado aún más miedo.
Un placer tener un ratito para leerte.
Besos.
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Mayor placer el mío de que tú me leas. Besazos!
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Impresiones mientras lo iba leyendo:
«Vaya, parece que Ana está últimamente con los gatos… Hasta que no entre uno en su casa, no parará»
«¡Huy! Resulta que el gato es un bicho de cuidado. Menos mal que no ha crecido y se ha convertido en una pantera»
«¡Juas! Ríete tú de la sumisión de las sombras de Grey esas»
Muy entretenido, sí señora 😉
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Jajajaja si yo lo que quiero es un perrito!!!
Las sombras de Grey son muy light para lo que hay por ahí 😂😂😂😂
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¿Pero no decías que querías un gatito?
Si prefieres perro, te animo todavía más 😀
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Perrito, perrito, yo quiero un lindo perrito
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Espero que lo consigas entonces. Dan algo de trabajo (tampoco tanto como se dice, más damos los humanos), pero muchísimas alegrías.
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Me temo que no… mi marido ya me ha dicho que según entre el perro por la puerta sale él. Estuve pensándomelo, no te creas 😂😂😂
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En fin… ¡qué le vas a hacer pues!
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Me recuerdas, y te lo digo como un enorme halago, a Stephen King (que me gusta mucho). Empiezas dibujando una situación “de todos los días”…¡y de pronto estamos con los ojos como platos, entrando en el terror sin enterarnos! Enhorabuena. ¡Fantástico relato!
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Eso es un halago gigantesco, ¡a mí me encanta Stephen King! ¡Muchísimas gracias, Adela! Besazos
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Muy bueno, final inesperado y sobrecogedor.
Abrazo de luz
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Gracias! Abrazos de luz para ti también!
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atrapante hasta el final muy bueno gracias por compartirlo
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Gracias! Me alegro de que te haya gustado! Besos
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