EL HERMANO MAYOR
Víctor salió del instituto aquel viernes de primavera como cualquier otro viernes: con la alegría de otra semana terminada y la vista puesta en un fin de semana de fiesta, lo apropiado para su edad. Solo que aquel viernes era ligeramente diferente. Había terminado por fin los exámenes del segundo trimestre, después de algunas duras semanas de estudio, pues evidentemente aquello de estudiar todos los días no iba con él. Aquella noche iba a celebrar, junto con sus amigos, la fiesta más esperada de los últimos tiempos, la que festejaba el fin de los exámenes y el comienzo de las vacaciones de Semana Santa.
Llegó a su casa con un gran cansancio, después de recorrer a pie la distancia que separaba el instituto de su casa. Se comió con avidez la comida que le habían dejado preparada sus padres y, tras ello, fue a recoger a sus hermanos pequeños del colegio, a un par de manzanas de su casa.
Víctor era el mayor de tres hermanos. A sus diecisiete años no eran pocas las veces que tenía que ejercer de padre de sus hermanos, ante unos padres ausentes hasta altas horas de la noche, debido al trabajo, según decían. Solo estaban presentes en la educación de sus hijos por las mañanas, mientras vestían a los dos pequeños para llevarles al colegio a desayunar, ya que Víctor empezaba las clases antes que sus hermanos el cole. Y podía considerarse con suerte, pues bien podían haberle encargado a él ese trabajo. Pero sus padres todavía parecían sentir algún tipo de culpabilidad, porque las mañanas siempre se las dedicaban a los pequeños. Él, mientras, aún dormía. Ya podéis imaginar el tiempo que le dedicaban a él, unos escasos minutos por las noches, cuando llegaban. Pues llegaban tan cansados que no tenían tiempo para pasar con su hijo mayor. No se interesaban por sus notas ni por cómo le iba con los amigos, lo que podía considerarse algo fantástico, pero no para él. Echaba de menos a sus padres y, sobre todo, poder comportarse como cualquier joven de su edad.
Al salir del instituto, como ya hemos dicho, comía en su casa y salía a buscar a sus hermanos, Daniel, de seis años, y Rosana, de ocho. Siempre recordaba lo alegre que se puso cuando, con nueve años de edad, sus padres le comunicaron que iba a tener una hermanita. Y al poco, el nacimiento de su hermano pequeño. Pero nunca imaginó que aquello iba a suponer el fin anticipado de su infancia, para dedicarse al cuidado de sus hermanos. Muchos fines de semana ni siquiera podía salir con sus amigos porque sus padres salían y tenía que quedarse a cuidar de sus hermanos.
Él siempre callaba. Jamás se le hubiese ocurrido quejarse en ningún momento. Y por ello se perdió muchos buenos momentos con sus amigos, perdió una posible relación con la chica que le gustaba y le echaron del equipo de fútbol, porque faltaba a la mitad de los entrenamientos. Pero él simplemente lo encajaba, aceptaba que así era su vida y punto. Nunca se le ocurrió pensar que era una labor que correspondía a sus padres, que estaban delegando en su hijo mayor sus responsabilidades sin apenas darse cuenta.
Aquella tarde, cuando recogió a sus hermanos del cole, estaba particularmente cansado. Estaba deseando llegar a casa, tirarse en su cama con su música preferida en los cascos y dormir una buena siesta. Les pondría una película a los enanos y seguro que le dejarían dormir durante un par de horas como mínimo. Para cuando fuesen a despertarle, él ya habría podido descansar, les prepararía la merienda y, mientras, se daría una buena ducha para recuperar fuerzas y comenzar a prepararse para la noche. Los viernes sus padres no solían llegar especialmente tarde, al fin y al cabo, ellos también terminaban cansados de tanto trabajar y les gustaba estar unos días en familia, aunque Víctor había veces que dudaba de ello. En cualquier caso, aquel día le daba igual, puesto que él pensaba largarse de casa en cuanto estos hubiesen entrado por la puerta y no volver a entrar hasta bien entrada la mañana, para dedicar el sábado a dormir hasta la noche, cuando volvería a salir. Se lo había ganado.
Ana Centellas. Marzo 2017. Derechos registrados.
Buongiorno
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Buon giorno per la matina! (No sé italiano, perdón) Buenos días!!
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Ajá, nueva «saga». A ver qué les pasa a los de esta cuadrilla 😉 Muy sufrido veo al pobre Víctor, y la foto de la entrada me da qué pensar sobre estallidos de frustración…
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Jajajajaja, sufrido y resignado, hormonas, cóctel molotov!
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Pues la verdad, sí se lo había ganado y a pulso. Pobrecito. Hoy en día a veces no nos damos cuenta que no se le puede atribuir a un chico joven tanta responsabilidad. En una familia hay que colaborar pero hay que respetar las edades, y dejar que los hijos disfruten no robarles la adolescencia y la juventud, sino intentar darles su tiempo. Un honor leerte. Besos a tu corazón.
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Honor el que tú me leas, guapísima! Besos!
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Jeje 😅 Quién no ha hecho esos planes con diecisiete años!?!
Un abrazo, Ana! 😘 🌟
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Tú verás… Besazos! Buen finde! 😘😘
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Claro es que a esa edad hay que hacer lo mismo que la pandilla, vestirse con ropa parecida y a acudir a los lugares comunes. O sea reafirmar la independencia. No? Un beso.
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La independencia parcial, Carlos. Besazos.
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¡Pues vale! O sea que «tepongascomotepongas» Donde mejor están es en la calle. Un beso
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Noooo yo nunca he dicho eso, no sea que lo lea alguien por ahí 😉 Besazos
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Espera unos añitos y pasarás del: ¡Este niño no sale nunca! al: ¡Es que éste niño parece que no tiene casa! Un beso
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Hasta los 30 no se sale! Jajajaja
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Jajaja, eso pueda ser también, que te lleguen a los cuarenta y no se quieran ir de casa. Jajajaja.
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Qué difícil tesitura… ains…
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Jajaja, los padres además de los Reyes, somos elásticos como un globo, nos adaptamos a todo, así que no te preocupes demasiado Ana. Mientras que no te toque el papel de Melchor no pasa nada.
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Jajaja pobre Melchor
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Que tristeza me ha dado al ver a un adolescente con semejante carga, no entiendo a esos padres que tienen hijos que luego no cuidan, pobre chaval espero que se lo pase genial. Un beso primor.
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Ya veremos, desde luego se lo merece. Besazos!!
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Brutal. Detesto a esos padres que delegan sus obligaciones en los hijos menores. De todos modos, la historia me supo a poco. Continúa, ¿verdad?
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Siiiii a
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Pobre chico, aunque conozco varios como él. Hace años, por lo menos en mi país, casi todos tuvieron muchas obligaciones en casa y con frecuencia sustituyeron a los padres para los hermanos menores. Ahora lo que me interesa más de todo, de qué género va a ser la historia que escribes. 🙂 ¡Un beso!
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Sorpresa, Yulia! Un besazo y feliz comienzo de semana!
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¡Igualmente!
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