LA CASA DE MIS SUEÑOS
Por fin había conseguido aquello que llevaba tanto tiempo deseando: una pequeña casita junto al mar. No era muy grande, pero era justo lo que estaba necesitando. Una pequeña casita para mí sola, a pie de arena, en una hermosa playa virgen de las preciosas que hay desperdigadas por la geografía española.
Yo quería cumplir mi sueño y vi la oportunidad perfecta. El precio a pagar era apenas una tontería a cambio de lo que yo podría conseguir. Así que no lo pensé demasiado. La vida en la ciudad me estaba asfixiando, me estaba limitando de una manera impresionante, hasta el punto de que ya estaba comenzando a afectar a mi salud mental. Mi gran sueño era dedicarme a la escritura, pero mi jornada laboral y el ritmo frenético de la gran ciudad, no me dejaban mucho tiempo para ello. Pasaban los años y yo cada vez me sentía más infeliz, así que en cuanto vi la oportunidad ni me lo pensé dos veces.
Ya no recuerdo ni cómo ocurrió, solo sé que pensé: “Marina, tenemos que escapar”. Lo cierto es que mis padres habían dado en el clavo con el puñetero nombrecito, pero es que así era. Mi naturaleza era marinera, necesitaba el mar cada año para ir sobreviviendo. Y también necesitaba dedicarme a la escritura en cuerpo y alma para ser plenamente feliz. No tenía ninguna obligación que me mantuviese atada a la gran ciudad, excepto la estrictamente laboral, que para mí ya no era ni de lejos importante. Así que cuando encontré la pequeña casita en la costa levantina a tan bajo precio, casi ridículo, ni me lo pensé.
Vendí mi piso de la ciudad, dejé mi trabajo y me trasladé a la casita de la costa. Con la diferencia de precio me daría para vivir con comodidad durante un par de años, al menos. No habían transcurrido ni dos meses cuando estaba viviendo en el mar. Ni qué decir tiene que no hice ningún caso a los avisos de mi familia para que tuviese cuidado, que estaba demasiado en la playa y era muy raro que el precio fuese tan bajo. Tampoco me importaron los carteles que había por la zona avisando del riesgo de vivir allí. Tenía muy claro el precio a pagar y estaba dispuesta a asumirlo.
Así que ahora vivo aquí la vida que siempre he soñado. Puedo disfrutar de una temperatura prácticamente ideal durante todo el año, de larguísimos baños en verano, luciendo el moreno más exquisito, y de los inviernos más suaves de mi vida. Cada mañana desayuno viendo el amanecer sobre el mar en el pequeño porche de mi casita. Mi actividad literaria se ha triplicado por lo menos desde que estoy aquí, y tengo ya varios libros auto publicados. He logrado hacerme con algo de fama incluso por la zona.
Por eso, cuando esta noche, mientras estaba en la cama, he podido oír el estruendo tan sospechoso como temido, sencillamente me he dejado llevar tranquila, en paz. Y cuando la enorme ola ha irrumpido en mi pequeña casita, arrollándolo todo a su paso, me he limitado a dejarme ir con la resaca, para siempre.
No busquéis mi cuerpo, solo necesitáis saber que mi alma ya vive donde siempre ha querido estar, en el fondo de mi querido mar.
Ana Centellas. Marzo 2017. Derechos registrados.
Ohhhhh, vaya, está claro que nunca se consigue al cien por cien lo que se desea, pero en este caso entre comillas la protagonista se queda para siempre en el mar de sus sueños y realidades. Eres genial, mi amiga. Besos a tu alma.
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Objetivo cumplido, en cualquier caso. Besazos a tu alma también.
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¿Marina? ¿La playa? Esto me suena…
Si no fuera por ciertas divergencias, casi podría pensar que es un epílogo 🙂 🙂 🙂
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Divergencias? Joer con las divergencias? Se han ampliado un poquitín jajajaja
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El relato me ha parecido inquietantemente motivador… Y genial!! Un beso
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Gracias!! Me alegro mucho!! Besos!!
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Encontrado un enlace en twitter por casualidad. Me encanta tu relato Ana! Felicidades!
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Gracias Cristina!!! 😘😘😘😘😘
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Posee una romántica tristeza éste relato y un final que la protagonista no merece, pero que le vamos a hacer si a la autora le gusta que lo pasemos medio bien. Un beso.
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Sueños de… de qué??
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¿Sueños, quién dijo sueño? Que me voy ahora mismo a comprar un par de kilos, o tres. Un beso.
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¡Que romántico! Es un hermoso relato, tiene un final triste pero en consonancia, me encanta.
Besos de luz.
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Me alegro mucho, María! Besos de luz para ti también!
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Me encantaría vivir en una casita en primera linea de playa, he vivido muchos años en la costa, pero a dos kilómetros del mar y no es lo mismo. Bonito relato, ya sabemos lo que hacen las olas cuando se enfurece el señor Poseidón. 🙂
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A mí también me encantaría, poder ver al mar todo el año, así desde la terracita… 😍
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Hola, como siempre me ha sorprendido el final, pero no me parece malo, es decir para muchos el hecho de que se muera el protagonista es como un mal final, pero creo que el hecho de que pongas que se dejo ir y al final vive bajo el mar que es donde siempre quiso quiere decir que hay satisfacción y felicidad y no es acaso lo que siempre estamos buscando, verdad que si. Para mi esta muy bien un mal final hubiera sido «siempre quise vivir a la orilla del mar pero nunca pude y morí en la ciudad atropellada por un bus» algo asi jeje, te felicito!
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Exacto! Ella cumplió su sueño aun sabiendo el riesgo que ello suponía, asumiéndolo y quedando en paz. No hay mejor fin. Muchas gracias por pasarte y comentar! Besazos!
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Que bonito el mar, y que entrañable, sabe sacar de cada uno los sentimientos más íntimos. Un abrazo Ana, que bonita tu historia !
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Me alegra que te haya gustado! Un besazo!
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Hay un dicho no tanto popular como moderno: «¡Tengan miedo a sus sieños!». 🙂 Me parece que sirve para este caso. Sin embargo, tengo lo mismo sueño: vivir en una casita junto al mar. Muy buen relato, Ana. Besos.
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Mil gracias Yulia! Besos!
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Hermoso Ana! el final me ha recordado a mi abuela, a la única madre que he tenido en esta vida… por alli en el mar se encuentra y no dudo que descansando con la paz de estar donde deseo. Comparto amiga! Abrazos Gigantes!
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😥 Eso no lo dudes, que si es lo que deseó, estará en paz. Besos enormes!
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Precioso Ana!! Que emotivo, que… Besos niña!!!
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Gracias corazón!!
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muy bueno y con un buen desarrollo , gracias por compartir
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Me alegra que te haya gustado, Juan Carlos. Un besazo
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