
EL VIEJO ROBLE
Todas las mañanas iba a sentarse a la sombra del viejo roble que había en el fondo de su jardín. Era su rincón preferido cuando quería estar a solas, desde que era pequeñita. Se sentía resguardada bajo sus grandes y frondosas ramas, que proyectaban una gran sombra a su alrededor.
Nunca había faltado a su cita con el viejo roble. Desde que tuvo uso de razón, recordaba esos momentos a solas con él. Cuando era una niña, le cantaba canciones y le contaba cuentos. Era como una especie de amigo imaginario. Y el viejo roble siempre la escuchaba.
En la adolescencia, se refugiaba bajo sus ramas y le hablaba de sus primeros amores. En su tronco quedaron para siempre talladas las iniciales de los novios que, en su ingenuidad, pensaba que serían para siempre. Debajo del gran árbol estudiaba, leía y, sobre todo, escribía. Esa era su gran pasión. La escritura. Tenía un cuaderno lleno de poemas que iba escribiendo siempre bajo la sombra de su árbol, en su rincón particular. Nunca escribía si no era allí.
Nunca le importó si hacía frío o calor. En los duros meses de invierno, cuando el frío arreciaba aunque en su zona no solía nevar, se acompañaba de una inmensa manta que arrojaba sobre el suelo y se sentaba sobre ella, asegurándose siempre de cobijar una parte de su viejo amigo. Incluso si los días salían lluviosos, tampoco faltaba a su cita, pues la frondosidad de las ramas era más que suficiente para protegerla de la lluvia. En cambio, durante los meses de verano, cuando el calor era tan sofocante, el roble la protegía con su sombra y mecía sus hojas para proporcionarle una brisa refrescante.
El pie del viejo roble se llegó a convertir en un lugar necesario para su existencia. Era incapaz de dejar pasar un día sin pasar un rato a solas con él, hablándole, leyendo, escribiendo o, simplemente sumida en sus pensamientos. Junto a él había tomado muchas decisiones que habían sido muy importantes en su vida. Y sentía como si el gran árbol le diese el visto bueno en algunos casos, o le reprochase algo en otros.
Cuando le detectaron la grave enfermedad, se dio cuenta de que solo necesitaba estar con su amigo el roble. Él fue quien la consoló, el que recogió sus lágrimas y alimentó sus raíces con ellas, el que sintió sus abrazos, cuando no le apetecía abrazar a nadie más. Solo tardó unos días en aceptar su destino y quiso vivirlos en su rincón, sin compañía.
Cada día que pasaba se notaba el avance inexorable de la enfermedad, y a la par lo iba sintiendo el gran viejo roble. Sus hojas se iban caducando a medida que avanzaban los días, a pesar de encontrarse en plena primavera.
Un día, temprano en la mañana, alguien a quien nunca había visto el viejo roble llevó a su amiga en una silla de ruedas hasta él. Ya no tenía fuerzas ni para caminar. El viejo árbol sintió cómo algo se le quebraba por dentro. La savia no circulaba por sus ramas, apenas llegaba a subir unos metros por su tronco. Ella lo abrazó, a su fiel compañero, mientras iba perdiendo las escasas fuerzas que le quedaban. Y con aquel abrazo el árbol lloró. Lloró la poca savia que circulaba en su interior y se encontró por primera vez vacío. Los ojos de su amiga se cerraron y sintió cómo los suyos se cerraban también.
Cuando su familia fue a buscar a la muchacha, la encontraron abrazada a un árbol muerto. Un árbol que había perdido toda razón para vivir.
Ana Centellas. Junio 2017, Derechos registrados.
Precioso, Ana, y triste. Un beso.
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Es que me pareció que ya había pasado demasiado calor esta semana y había que enfriarlo un poco… Gracias, Luna. Un besote
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No creas, también transmite ternura y cariño. Me cuesta creer que puedas ser fría 😉 Un beso.
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No, eso es verdad, fría no. Lo decía por apaciguar los calores del relato de ayer jajajaja. Un besote 😘😘😘
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La vida de los árboles esta ligada a la de los hombres pensemos lo que pensemos, antiguamente se creía que las almas de los difuntos vivían en ellos. Precioso relato Ana. Besos.
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No sé si estará ligada, pero me pareció emotivo que lo estuviera. Muchas gracias, Antonio. Besos!
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A mi también me hubiera gustado. 🙂
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¡Madre mía es hermoso pero muy triste! Yo tengo en la puerta un árbol enorme es una morera, y me abrazo a ella como un koala, no sé que pensará la gente que me ve, pero la verdad es que no me importa.
Besos de luz.
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Abrazar a los árboles es muy sano, María.
El único problema de la morera son las moras!! Besos de luz
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Jjajajaj, este año no toca, ya hasta el año que viene.
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Bello y conmovedor relato. Una bonita conexión de vida y sentimientos. Besos a tu alma
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Besos a tu alma, Mar. 😘😘😘😘😘😘😘
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Es un relato muy tierno Ana. Disfrutar de la compañía de los árboles es una excelente forma natural para disfrutar de la vida. Un besazo.
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Sí, y como le decía a María, abrazarlos es muy beneficioso. Un besazo.
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Muy bonito!!
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Gracias Marisa!! 😘😘
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Hermoso
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Gracias!! ☺️☺️
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Hermoso relato, tengo la fortuna en otro tipo de situación, de tener a su melocotón acariciando sus raíces, a esas que dio vida, cuando la suya yacía por crear a ese árbol…mi padre.
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Ooooh Daxiel! Qué acto más precioso!! Y cada ves que veas el árbol le sentirás más cerca aún, aunque siempre esté en tu corazón. 😘😘😘😘
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Si, Ana, ademas esta en nuestra casa de veraneo, el esta en mi corazón siempre.
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Mucha sensibilidad en tu relato, muy bueno!!!
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Me alegra mucho, Claudia!! Besazos!!
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Mira que voy de duro con el terror y tú relato me ha hecho aguantar las lágrimas. Es precioso y muy muy triste. Que sensibilidad.
Gracias por escribir cosas así!
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Todos los géneros tienen su cosita, y son necesarios. Me alegra mucho que te haya gustado sabiendo que eres más de terror (que conste que he leído prácticamente todo de Stephen King, qué maestro). Besazos!
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Totalmente de acuerdo. Lo digo por la creencia popular de que los apasionados del terror somos psicópatas fríos que ni sienten ni padecen, por eso de estar todo el día destripado do gente sin compasión.
Saludos!!
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Porque no saben que los destripadores también tienen su corazoncito jajajaja
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Jajaja. Exacto
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Se crea un vínculo invisible con los árboles, yo creo que porque nos da sombra, en algunos casos fruto, es hogar de pájaros y un regalo para la vista…
Por eso no me extraña y me enternece tu relato, los árboles me encantan.
Un beso.
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La naturaleza en general, pero dicen que darle un buen abrazo a un árbol es muy terapéutico. Me gustaría creer que el árbol también necesita ese cariño. Yo hablo mucho con mis plantas cuando las riego, jajaja. Besos, Estrella!!
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¡Muy tierna historia, Ana! ¡Me ha gustado mucho! De pronto te apegas a lo terrorífico, luego a lo sensual, lo emotivo, etc. Cambias tan fácilmente de tópico y todos con excelentes resultados. ¡Muy bien!
¡Un abrazo!
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Me pongo colorada… ☺️☺️☺️ Muchísimas gracias, Sari!! Mil besos de luz!
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Es el calor que te pone colorada…
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😂😂😂😂😂
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Muy triste, pero a la vez precioso. Me ha encantado 🙈
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Me alegro! Besazos!
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En muchos puntos me hizo recordar a «Mi planta de naranja lima» de Mauro de Vasconcelos, sin dudas una de las mejores obras de la literatura latinoamericana. Salud
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Qué gran honor tu comentario! Mil gracias!! Besos
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