Por capítulos: «El viaje de Tita (IV)»

 

EL VIAJE DE TITA
Imagen: Pixabay.com

 

 

Parte I          Parte II        Parte III

 

EL VIAJE DE TITA (IV)

Era enorme, un río de dimensiones que yo jamás hubiese llegado a imaginar. Y había algo más. El olor. Aquel gigantesco río tenía un olor salado, y los peces que habitaban en sus aguas eran muy diferentes a los que yo había ido encontrando en mi camino. Eran más grandes, más vivaces, muchos de ellos no dejaban que te subieses encima, pero la mayoría de ellos eran super divertidos.

Fluvi y yo seguíamos cogidas de la mano cuando llegamos a aquel gigantesco río. Cuando preguntamos a las gotas más ancianas que habían logrado sobrevivir a los rápidos del río anterior, muchas de ellas no tenían una respuesta, pero algunas nos hablaron de un lugar inmenso llamado mar, del que habían oído hablar en las leyendas, en el que todas nosotras nos convertíamos en saladas.

¡Así que aquello debía ser el mar! ¡Habíamos llegado al mar! Yo estaba como loca. Fluvi, no tanto, había oído hablar antes del mar y le tenía un gran respeto. Había oído de corrientes marinas que te arrastraban hacia sus adentros hasta que quedabas olvidada en aquella gigantesca masa de agua con un montón de compañeras desconocidas. Y otras que te arrastraban hasta la orilla, y quedabas consumida por un sol que te secaba sin piedad al instante. Yo agarré más fuerte aún a Fluvi de la mano y le prometí que, pasase lo que pasase, siempre lo pasaríamos juntas. Eran momentos en los que yo tenía que hacerme la fuerte, aunque por dentro estuviese temblando por las historias que me había contado Fluvi.

Pasamos unos días estupendos en aquel mar, nos volvimos saladas y frías, cuando siempre habíamos sido dulces y… bueno, frías siempre lo fuimos. Jugamos un montón juntas, con otras gotas amigas y con los animales marinos que por allí vivían. Ninguno de ellos quería hacernos daño. Más bien parecía que tenían una lucha entre ellos, en la que los peces más grandes querían comerse a los más pequeños. Con nosotras siempre eran encantadores, nos invitaban a subir a sus lomos y lo pasábamos de miedo. Cuando el mar se alborotaba, formando grandes olas, eran los peores momentos, porque nos veíamos arrastrados por una infinidad de compañeras que venían empujando con gran fuerza. Fluvi y yo nos cogíamos fuerte de la mano, para no separarnos en ningún momento.

Pasamos una época muy buena junto con nuestras compañeras en el mar. No sabría deciros si pasaron días, meses o años, tened en cuenta que para mí el tiempo no existía hasta que caí a aquel río lodoso. Todavía no controlo bien eso del tiempo. Sé que pasaron varios soles y varias lunas. Todas nosotras vivíamos felices, con una libertad que no habíamos sentido nunca antes. Pero llegó una época especialmente calurosa, en la que el sol azotaba fuerte la superficie del mar. Muchas de nuestras amigas que habían decidido establecerse en los lugares más profundos de aquellas aguas, no tuvieron ningún problema. Pero Fluvi y yo éramos demasiado jóvenes para instalarnos de esa manera.

Nosotras estábamos siempre en la superficie, enloquecidas con las olas, viendo a los astros pasar uno detrás de otro, haciendo un peculiar giro. Tras aquellos días de inusual calor, comenzamos a sentir algo en nuestros pequeños cuerpos de gotitas. Parecía como si poco a poco nos fuésemos desintegrando. Fluvi y yo nos agarramos muy fuerte para no perdernos en ningún momento. ¡Madre, mía! ¡Nos estábamos evaporando! Y así, en forma de vapor de agua, y siempre cogidas de la mano, subimos poco a poco flotando hasta el cielo.

Ana Centellas. Mayo 2017. Derechos registrados.

COPYRIGHTED

Publicado por Ana Centellas

Porque nunca es tarde para perseguir tus sueños y jamás hay que renunciar a ellos. Financiera de profesión, escritora de vocación. Aprendiendo a escribir, aprendiendo a vivir.

14 comentarios sobre “Por capítulos: «El viaje de Tita (IV)»

Deja un comentario