
Bueno, amigos. Inauguramos hoy una nueva sección en el blog, más que nada porque no sé tener el culo quieto. La cuestión es que estoy intentado adentrarme un poquito en el mundo de la poesía. Es algo que nunca me ha llamado la atención de manera especial, salvo los grandes clásicos. Pero después de tantos meses leyendo las maravillosas poesías que compartís con nosotros, me ha terminado enamorando tanto que voy a incursionarme un poco por esos derroteros, a ver qué tal.
Y no he encontrado mejor forma de inaugurar esta sección que con el libro cuyo portada veis en la imagen: Salvador Pliego – Niños de la calle. Es una recopilación de poesías hispano-americanas que giran en torno al tema que da título al libro, los niños de la calle.
Aquí os dejo el enlace desde el que podéis acceder al libro. En él encontraréis una compilación de bellas poesías, todas ellas de autores hispanos. La coordinadora del proyecto ha sido nuestra querida Rosario Salazar, y está editado por Biblioteca de las Grandes Naciones. Toda una pequeña joya que pongo en vuestras manos.
He tenido la enorme suerte y el honor de poder colaborar con una humilde aportación de mis letras, con mis escasas nociones de poesía. Aquí la tenéis, espero vuestras opiniones (y, por favor, las críticas también, recordad que quiero aprender).

MI TRISTE NIÑO
Ay, niño, mi triste niño,
con las ropas harapientas.
¿Qué culpa tienes, mi vida,
de haber nacido en la guerra?
De haber nacido en las fauces
de esta sociedad violenta.
Te veo pidiendo limosna,
siempre con tu hermana a cuestas.
Es pequeña y aún no sabe
lo que en la vida le espera.
Solo viste con pañales,
viviendo por las aceras.
Ay, niño, mi triste niño,
te miro mientras esperas
que alguna persona humilde
sea generosa de veras,
que quiera calmar tu hambre
y el de tu hermana pequeña.
Yo te miro y aún sonríes,
no les temes a las fieras
que viven alrededor nuestro,
que pueblan nuestras aldeas,
que a tu familia llevaron
a una vida de miseria.
Ay, niño, mi triste niño,
si tan solo yo pudiera
acabar con el desastre,
matar a la indiferencia,
buscar a los gobernantes,
que repartan su riqueza.
Ríes jugando en el día,
con la ilusión por bandera.
Para cuando cae la noche,
el frío banco os espera.
Ayer os encontré dormidos,
arropados por estrellas.
Ay, niño, mi triste niño,
me gustaría llevaros, de veras.
Llenar el cuarto de juguetes,
ver en vuestras caras sorpresa.
Pero soy como vosotros,
con techo sobre una mesa.
Vivo también explotada
por la sociedad traicionera,
que quiere matar al mundo
con miserias y pobreza,
mientras todos los que pueden,
practican la indiferencia.
Ay, niño, mi triste niño,
si tan solo yo pudiera.
Ana Centellas. Agosto 2017. Derechos registrados.