MARÍA (II)
Atesoro muchos y maravillosos recuerdos de la abuela María. Son tantos y tan bonitos, tan sumamente placenteros, que no sabría por dónde empezar. Solo os puedo decir que, en la mayoría de las ocasiones, me refería a ella como mamá. No se trata de que no tuviese claro quién era mi verdadera madre; por supuesto que lo sabía, pero lo cierto es que pasaba mucho más tiempo con la abuela María que con mi madre y era tal el cariño mutuo que sentíamos que, en el fondo, yo siempre la consideré una segunda madre.
La abuela, una mujer fuerte donde las hubiera. Con tan tierna edad, era mi modelo a seguir, si exceptuamos el punto de trabajar fuera de casa. Se levantaba bastante antes del amanecer y, cuando yo llegaba a su casa, ya tenía preparados los desayunos, para mí y para el abuelo. Preparaba la ropa del abuelo mientras este se afeitaba y, además, dejaba barrida toda la casa en el tiempo que mi abuelo tardaba en salir del cuarto de baño. Parecía uno de esos coches diminutos con los que jugaba mi hermano, los micro-machines, por la velocidad que llevaba en todo aquello que hacía. No tenía una gran estatura y además le sobraban unos cuantos quilos, pero la agilidad con la que se movía realizando las labores de la casa era sorprendente.
Una vez que el abuelo se iba a trabajar, solo entonces, la abuela se sentaba a desayunar. La recuerdo siempre con un gran tazón de café con leche y un pedazo de pan con aceite que iba mojando en el café hasta que casi no le quedaba nada en la taza para beber. Yo compartía la mesa con ella en silencio, siempre en silencio. Era el único momento del día en el que la abuela permanecía callada. Le gustaba disfrutar de su desayuno así, con tranquilidad, sin distracciones. Yo, inquieta como era a tan tierna edad, sabía perfectamente identificar ese momento como suyo propio, así que me limitaba a observarla en silencio. Era cuando aprovechaba para observar sus rasgos e intentaba identificar algunos de ellos como míos. Cada día encontraba algún detalle, por nimio que fuese, que tuviésemos en común. Reconozco que por aquella época veía a la abuela bellísima, a pesar de sus ya marcadas arrugas y de sus quilos de más. Yo soñaba con, algún día, cuando fuese mayor, ser como ella.
En mi pequeño rostro infantil destacaban sus ojos, azules como el cielo más claro de una cálida primavera. En los míos se reflejaba la inocencia y en los suyos la sabiduría y la experiencia que llevaba a las espaldas, pero en el fondo eran iguales. Lo mismo pasaba con las pestañas, largas y curvadas. Jamás vi a la abuela maquillada y eso era una de las tantas cosas que me gustaban de ella. No como mi mamá, que cada mañana me dejaba impreso en la mejilla el color de su lápiz de labios cuando me daba el beso de despedida. Yo siempre me frotaba mucho el moflete después, para eliminar ese color artificial que tan poco me gustaba. ¿Por qué se tenía que colorear la cara cada mañana? ¡Parecía un payaso!
Los mismos rizos rebeldes que enmarcaban la cara de la abuela, caían con intransigencia por mi frente. La abuela llevaba el pelo corto y coloreado por tintes, creo que esa era la única cosa artificial que llevaba encima, el color de su pelo. Cuando me decía que prefería llevar el pelo de color verde a tenerlo cubierto de canas, yo me reía como una loca imaginándola. «Yo también me lo teñiré cuando sea mayor», pensaba para mí. A ser posible, del mismo tono que la abuela, claro.
Por último, los labios, carnosos y jugosos. La abuela y yo teníamos los mismos labios y yo me sentía muy orgullosa de ellos. La única nota discordante era mi nariz. Yo la odiaba, ya de tan pequeña. Cuando nació mi hermano Juanma, lo primero que hice fue comprobar si tenía la misma nariz que yo. La suya era igual que la de la abuela. Ahora me avergüenzo de ello, pero llegué a odiar a aquel bebé insoportable, que se pasaba el día berreando, solo por el hecho de tener la misma nariz que la abuela María. Por supuesto, cuando crecí y me independicé, mis primeros ahorros fueron para una operación de estética en mi nariz.
CONTINUARÁ…
Ana Centellas. Marzo 2018. Derechos registrados.
María by Ana Centellas is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en https://anacentellasg.wordpress.com.
*Imagen: Pixabay.com (editada)
Uffff, ¡lo he disfrutado tanto! Aunque no esperaba lo de la nariz, ¡jaja!
Siempre es un placer leerte, espero la continuación.
Besos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
😂😂
Muchas gracias!! 😘😘😘😘
Me gustaLe gusta a 1 persona