JUGANDO CON FUEGO
Lo sabía. Llevaba tiempo sabiéndolo, o mejor dicho, intuyéndolo. Pero una parte de mí se negaba en rotundo a aceptarlo. Necesitaba verlo por mis propios ojos, comprobar que realmente estaba ocurriendo aquello que tanto temía. Llevaba demasiado tiempo viviendo con un dilema interno que no me daba tregua. ¿A quién hacer caso en estas situaciones? ¿Al corazón o al cerebro? Si al menos hubiesen ido de la mano, todo habría sido más fácil. Pero no. Yo, siempre tan complicada. Y esta dicotomía me estaba matando. Necesitaba saber la verdad.
Sé que podía haberlo hecho mejor, que podía haber hablado con él directamente, pero eso hacía las cosas demasiado fáciles y a mí siempre me han gustado los retos. En cualquier caso, no hubiese obtenido más que las mismas mentiras de siempre, con el agravante de que no sabría si serían mentiras o no. Así que hice la cosa un poco más divertida. Me lo tomé como un juego y en ese momento empezó mi doble vida. Debí haber tomado en cuenta en aquel instante que el que juega con fuego, normalmente, termina quemándose.
Compré un móvil de prepago y comencé a enviarle mensajes, haciéndole saber que yo le conocía aunque él no tuviese ni la más mínima idea de quién era yo. A los pocos días, nuestras conversaciones no tenían nada que ver con la relación que se supone debería existir entre dos desconocidos. En casa actué como de costumbre, no sospechó nada en ningún momento. Incluso me planteé poder dedicarme en algún momento al mundo de la interpretación. La función de teatro, desde luego, estaba siendo todo un éxito.
De manera paralela a la indiferencia que yo mostraba en nuestra relación cotidiana y al erotismo que derrochaba nuestra relación virtual, fue avivándose en mi interior un sentimiento de rabia, de engaño, de ira, que no pude contener durante demasiado tiempo. Mi alter ego tuvo una conversación con él muy directa, con unas directrices muy claras, un día, una hora y una habitación de hotel. No quedaba lugar para las dudas acerca de lo que aquel encuentro suponía.
Me armé con una gran coraza de sangre fría cuando acudí a la cita. Un provocador vestido, una peluca rubia y un maquillaje que ocultara mi identidad, tras un par de copas de vino, hicieron el resto. Cuando, sin más preámbulos, comenzó a besarme y a desabrochar la cremallera de mi vestido, lo único que pude sentir fue repulsión. Entonces saqué el as que guardaba en mi manga: un afilado cuchillo que clavé directamente en su corazón. Cayó fulminado al suelo.
Ahora me encuentro aquí, sentada sobre la enorme cama de esta habitación de hotel, debatiéndome entre el odio y la culpa. ¿Dónde quedó aquel amor que tantas veces me juró y perjuró? Para toda la vida, decía. Y no lo dudo, que conste. Pero yo siempre asocié amor con fidelidad. Ahora me pregunto si realmente era tan importante esa fidelidad.
Alargo mi brazo con calma para descolgar el teléfono y marco el número de la policía. Ahora tan solo me queda esperar.
Ana Centellas. Abril 2018. Derechos registrados.
*Imagen: Ole Marius Jorgensen
Este relato ha sido trabajado para el reto literario de El bic naranja del pasado viernes. Espero que os guste.
BUEN RELATO DONDE LA SOMBRA DEL MISTERIO ESTA TRAS CADA FRASE. UN SALUDO
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Gracias, Pippo 😘😘😘
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