Como cada mes, os traigo hasta aquí el nuevo número, correspondiente al mes de abril, de la Revista Intropia, dirigida por Isabel di Vinci. Para los que aún no la conozcáis, se trata de una hermosa publicación mensual, con contenidos literarios, de arte, fotografía, ilustración… Podéis acceder a ella en este enlace.
Os dejo con mi colaboración de este mes:
¿A QUÉ HUELE EL MES DE ABRIL?
Te conocí en una céntrica callejuela del barrio más antiguo de Madrid, el más castizo, como te gustaba llamarle. Estabas encendiéndote un cigarrillo y me paré junto a ti, solo para preguntarte si conocías algún café-librería por la zona. Nada me apetecía más en aquellos momentos que un poco de buena lectura con un café caliente entre las manos. Hacía un par de horas que lloviznaba y yo, que había salido a evadirme, estaba empezando a sentir cómo el agua calaba mis ropas poco a poco, hasta el punto en que llegué a sentirlas pesadas sobre mi cuerpo.
Me miraste con los ojos del azul más intenso que había visto en mi vida, mientras la llama del mechero seguía prendida frente a ti, y soltaste una gran voluta de humo que me envolvió por completo. Lo suficiente para darme cuenta de que no era precisamente tabaco lo que fumabas. «Ven conmigo», dijiste y, sin más, me tomaste de la mano. Yo me dejé guiar por el azul de tus ojos, sin oponer ninguna resistencia, y me llevaste al lugar más precioso que podré ver jamás.
Sin tu ayuda no lo hubiera encontrado jamás. Escondido en un recodo de la callejuela más estrecha del barrio, un pequeño bar con la fachada flanqueada por dos grandes naranjos escondía del resto de mortales las joyas que guardaba en su interior. El interior era cálido, acogedor. Una luz tenue iluminaba las mesas bajas, rodeadas de sillones. Yo te seguí sin pronunciar palabra y me senté en uno de los sillones, desde el que podía divisar enormes estanterías que se alejaban hacia un techo que parecía no querer aparecer nunca.
Apareciste con un capuccino sin que yo te lo hubiese pedido. ¿Cómo conseguiste adivinar lo que tomaría? Un café solo para ti. Fueron horas y horas hablando sobre el existencialismo. Compartimos café con Sartre, Kierkegaard y Dostoyeveski durante horas, mientras la música de Sabina nos acompañaba de manera constante en un fondo musical de lo más agradable. Con Heidegger me diste el primer beso, suave, lento, con sabor a café.
Compartimos noche en tu pequeño apartamento con balcón a una de aquellas pequeñas callejuelas céntricas de Madrid. El antiguo ascensor fue testigo mudo de nuestra pasión en un primer momento. Ya en el apartamento, el aroma a incienso inundaba tu habitación, a la par que el del cigarrillo de hierba que compartimos tras amarnos con una pasión inusitada, hasta contemplar juntos el amanecer aquel día nublado del mes de abril, mientras fumábamos asomados al balcón.
Nunca más te volví a ver. Nos despedimos con la misma naturalidad con la que nos conocimos, sin tan siquiera intercambiar números de teléfono. Cuando meses después, al inicio de un caluroso verano fui en tu busca, el apartamento estaba ocupado por una pareja de hindúes cubiertos por saris de bonitos colores.
Salí a la calle y recordé aquellos olores que nos acompañaron aquella tarde, aquella noche. Desde entonces, el mes de abril huele a lluvia, huele a azahar, huele a flores y a café, huele a Sabina y a hierba, huele como olías tú.
Ana Centellas. Enero 2018. Derechos registrados.
*Imagen: Pixabay.com (editada)
Reblogueó esto en A festa é boa para pensary comentado:
Hoje e’ dia de reblogar.
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Muito obrigada!! 🤗🤗🤗
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Con todo respeto, Ana. El relato sobre el mes de abril no me parece extraordinario. Me recuerda mis años de estudiante universitario: el relato sólo es un reflejo de los sueños de la pequeña burguesía ilustrada y mediocre…
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No es extraordinario, ni mucho menos. Solo estoy aprendiendo ☺️ Lamento que no te haya gustado, estas cosas me animan a esforzarme más. Agradezco mucho tu sinceridad, Luis. 🤗
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