A TU ALTURA
Yo nunca estuve a tu altura, lo sé. Sabes que no me refiero a tu altura física, que era más que evidente. Siempre me tenía que poner de puntillas para darte un beso. Tendría que haberme dado cuenta de ello. Ahora que lo pienso, tú jamás te inclinaste o te agachaste para dármelo a mí. Siempre era yo la que tenía que alzarse para llegar a tus labios, para darte un abrazo que te envolviese más allá de tu cintura. Si me hubiese dado cuenta de ese pequeño detalle, casi superficial, carente de importancia, hubiese reconocido mucho antes cuál era nuestra verdadera situación.
Fueron tantos los detalles, que para mí, enamorada de ti como una tonta como estaba, pasaron desapercibidos, que a día de hoy aún me pregunto cómo pude estar tan ciega. Estaba convencida de que querías lo mejor para mí cuando criticabas mi forma de vestir y venías con tus regalos de ropa cara que, según tú, no estaba acostumbrada a llevar con el porte digno que aquellas prendas exigían. También cuando pedías por mí en los restaurantes y yo, ingenua de mí, pensaba para mis adentros en la suerte que había tenido por encontrar a un hombre que me cuidase de aquella manera.
Ni siquiera fui consciente del vacío que generabas a mi alrededor cuando quedábamos con tus amigos, siempre centrado en ellos, y yo, acomodada en un discreto segundo plano, intervenía lo justo para evitar que me tachasen de antisocial y que tú te avergonzases de mí. Como en todas esas cenas de empresa a las que acostumbrabas llevarme, en las que me tenía que limitar a estar a tu lado, callada, mostrando mi mejor sonrisa. Sin que yo me percatase, me había convertido en una auténtica «mujer florero», y todo por amor. Por el amor que yo sentía hacia ti y que creía que tú correspondías.
Nuestra relación duró lo que tardé en quitarme la venda de los ojos, lo que tardé en cansarme de no tener una personalidad propia. Hoy, quince años después, te he visto. Caminabas por la acera de enfrente con ese aire triunfal que llevabas siempre. Ha sido como retroceder en el tiempo. De tu brazo colgaba una joven rubia de pechos siliconados, embutida en los mismos vestidos de marca cara con los que me solías agasajar a mí.
Hoy, por fin, he sido consciente de todo. Aparte de todo lo que reconocí cuando me alejé de ti, hoy he tomado completa consciencia de que el que no estaba a la altura, eras tú.
Ana Centellas. Mayo 2018. Derechos registrados.
A tu altura by Ana Centellas is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en https://anacentellasg.wordpress.com.
*Imagen: Pixabay.com (editada)
¡Excelente reflexión, Ana!
Las vendas se caen, cuando quien las han pegado, pierden la autorización, que según, asumieron, merecían colocar, cuando esos ojos tapados, dejan de ver hacia afuera, rozando el adentro como si fuese una revelación, saludos
Me gustaLe gusta a 1 persona
Esas vendas que en la mayoría de los casos nos ponemos nosotros mismos. Este relato surgió de una experiencia personal en un ámbito por completo diferente al que narra, pero con el mismo resultado.
¡Muchísimas gracias por leerme, cielo! Besazos enormes 😘😘😘
Me gustaLe gusta a 1 persona
Por supuesto, pensé que ha sido producto de tu inspiración de escritora, pero está tan sensiblemente escrito, que de allí, mi respuesta, saludos, un placer leerte 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona