INTERFERENCIAS
Luis llevaba un buen rato sentado en el sillón de la sala de estar, con su bata bien atada y las zapatillas de andar por casa. Había llegado la hora de su merecido descanso que, a su edad, significaba que ya había caminado lo suficiente por aquel día. Jugaba con sus gafas, apoyadas sobre el puente de la nariz, poniéndoselas y quitándoselas de manera alternativa. En su mano derecha, el mando de la televisión sufría las consecuencias de su desesperación, pues más que pulsar los botones parecía que los estuviese aporreando ya con furia.
Manuela entró en la sala con gesto cansado, en busca de un pequeño momento de relajación mientras hacía algún crucigrama. Vio a Luis alterado, pero, encogiéndose de hombros, fue a acomodarse en su mecedora.
—Manolita, esta televisión ya se ha vuelto a estropear —gruñó Luis, sin dejar de mirar a la pantalla.
—Te he dicho mil veces que no me llames Manolita, que no me gusta —reprochó, con resignación—. A ver, ¿qué te pasa ahora con la tele?
Manuela veía a su marido pulsar frenéticamente el mando, mientras se colocaba las gafas para verlo mejor. La televisión, al fondo, cambiaba una y otra vez de canal, sin respiro.
—¿Es que no lo ves? La imagen se ha quedado fija, por más que pulso los botones no cambia. Además, tiene interferencias. Mira, mira.
Manuela se levantó de su mecedora sin haber llegado a coger el cuadernillo de crucigramas. Se acercó a su marido y, girando el sillón sobre el que estaba sentado, le dijo, tras lanzar un sonoro suspiro:
—Pero Luis, que estás mirando otra vez el cuadro que compramos en el rastro. Qué manía tienes con darle la vuelta al sillón.
Luis, asombrado, vio cómo la televisión respondía a la perfección a las pulsaciones sobre el mando. Giró la cabeza para observar el dichoso cuadro:
—¡Anda! Ni me había dado cuenta. Oye, Manolita, ¿y por qué compramos un cuadro que tiene interferencias?
Manuela, con infinita paciencia, regresó a su mecedora. Tomó entre sus manos el cuadernillo de crucigramas y, con una sonrisa, recordó aquel día, no tan lejano, en el que Luis se empeñó en comprar aquel dichoso cuadro, alegando que era una auténtica obra de arte, cuando ella no veía más que una pintura estropeada.
—Porque es una obra de arte. ¿Acaso no lo ves?
Ana Centellas. Mayo 2018. Derechos registrados.
Interferencias by Ana Centellas is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
*Imagen: Rafa Rollón
Este relato ha sido trabajado para el reto literario de El bic naranja, los viernes creativos de Ana Vidal. Espero que os guste.
Entre hacer crucigramas o ver la tele ya sabemos quien usa la cabeza y quien la llena de tonterías 😀 😀
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😂😂😂
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Millones de gracias 😊
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🤗🤗🤗🤗🤗
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