El relato del viernes: «El bibliotecario»

 

EL BIBLIOTECARIO

EL BIBLIOTECARIO

El anciano traspasó el umbral de la biblioteca que había sido su vida con paso trémulo. Después de más de cincuenta años trabajando allí y casi diez desde la última vez que pisó aquellos suelos, comprobó con satisfacción que aún seguía estremeciéndose al cruzar aquellas imponentes puertas. El inconfundible aroma de los libros, antiguos y nuevos, se introducía por sus fosas nasales como un bálsamo que hacía que su cuerpo se suavizase por completo, después del más que conocido escalofrío que lo recorría nada más entrar. Aquel olor era el perfume de su hogar.

Echó un vistazo al interior desde el umbral. Lo primero que pudo apreciar fue el silencio que dominaba el ambiente, tan intenso que, con un poco de esfuerzo, podía incluso escucharse el sonido que hacían las motas de polvo al depositarse sobre los libros. No era de extrañar, tan solo había una persona en el interior de la biblioteca, que recorría los lomos de los libros con un dedo como si de aquella manera fuese a mitigar la miopía que le afectaba. Comprobó la hora en su reloj de pulsera, el que le habían regalado sus compañeros cuando se jubiló en aquel amplio espacio que se abría ahora ante él. Pasaba con amplitud del mediodía. A esas horas, la biblioteca debería estar llena ya de público. Suspiró apenado y, finalmente, entró en el edificio.

A la derecha, en el mostrador que él mismo había ocupado durante tanto tiempo, una jovencita parecía tan ocupada con el ordenador que ni siquiera reparó en su presencia. Sus dedos se deslizaban con agilidad por el teclado de aquel aparato que tantos quebraderos de cabeza le había ocasionado a él años atrás. Comprobó que no se trataba de la misma persona que había ocupado su puesto aquel último día, ¿cuántas personas habrían ocupado ya el sillón que le había acomodado durante tantos años? A la gente ya no le gustaba el oficio de bibliotecario, no sabía ver la magia que guardaba en su interior aquel trabajo, ahora, para colmo, tan mal remunerado.

Embriagado por la emoción de volver a verse allí cuando ya había pensado que jamás regresaría a aquel lugar, se dedicó a recorrer con lentitud los pasillos, aspirando con fuerza aquel aroma que, de golpe, le devolvía a su juventud. Paseó por entre las estanterías repletas de los libros de siempre, imponentes, espléndidas, elevándose hasta el techo como si quisieran traspasarlo y llegar al mismo cielo. Algunas de las pegatinas que los libros tenían en el lomo mostraban aún su caligrafía del momento en que realizó su primera clasificación. En silencio, se sintió orgulloso de encontrar aún las huellas de su paso por aquel santuario, como si hubiese sido una parte esencial del mismo.

Subió las escaleras que conducen al piso superior con la misma lentitud empleada en recorrer los pasillos del piso inferior. Se estaba deleitando con aquel paseo entre años y años de trabajo, entre tanta cultura concentrada en tan solo unos metros cuadrados, entre obras magistrales y otras no tanto que, en conjunto, representaban la literatura del mundo por completo. El calor allí arriba era más intenso y el aroma de los libros parecía macerado en un almíbar dulzón que casi le causa un mareo.

En la parte media de una de las estanterías que se asomaban al balcón que daba al piso inferior encontró una sección nueva: «Publicaciones especiales». A pesar de que se había prometido a sí mismo no acercarse a los libros para evitar el riesgo de tomar alguno para una lectura que su desgastada vista ya no le permitía, no logró impedir que sus pies se dirigieran hacia ella. La curiosidad por saber en qué consistían aquellas publicaciones especiales era superior al temor que el dolor de sus ojos por un sobre esfuerzo le producía. De manera instintiva, guió sus ojos al lugar donde reposaba la letra «z». Era algo que siempre había hecho, fantaseando por encontrar algún día su nombre en uno de aquellos libros que siempre había cuidado con tanto mimo.

El aire se volvió aún más denso a su alrededor cuando lo vio. Era su apellido. Precediéndole, estaba impreso su nombre. No se trataba del autor de ninguna obra, sino del título de un bonito ejemplar de cubiertas negras en un precioso acabado mate. «Qué casualidad», pensó, y lo tomó entre sus arrugadas manos. Deslizó las páginas con cautela, echando un vistazo a su interior como quien tiene miedo de que le pillen haciendo algo prohibido. Una rodilla cayó al suelo cuando se dio cuenta. Apenas podía sostenerse. La otra persona que se encontraba en la biblioteca, a pocos metros de distancia, ni siquiera hizo un ademán de preocupación al verlo caer.

Aquel libro narraba su historia. El protagonista de aquel bonito volumen era él. Un libro dedicado a todos los años de entrega al cuidado del legado literario. Estaba escrito por aquella joven que le reemplazó en su jubilación. Lo abrazó contra su pecho y, a duras penas, logró ponerse en pie. Bajó las escaleras con el libro bien apretado entre sus brazos. Recorrió el vestíbulo hasta el que fuese su escritorio y esperó paciente a que la muchacha lo atendiese. Ni siquiera levantó la cabeza al sentir que había alguien esperando para ser atendido. El anciano se giró sobre sus talones, cruzó de nuevo el vestíbulo, y salió por el umbral de la biblioteca con el libro protegido por un fuerte abrazo, ahora sí sabiendo que aquella había sido la última vez que visitaría aquel lugar del que ahora se llevaba un auténtico tesoro.

Ana Centellas. Noviembre 2018. Derechos registrados.

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*Imagen tomada de la red (editada)

307. PERDER

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Publicado por Ana Centellas

Porque nunca es tarde para perseguir tus sueños y jamás hay que renunciar a ellos. Financiera de profesión, escritora de vocación. Aprendiendo a escribir, aprendiendo a vivir.

6 comentarios sobre “El relato del viernes: «El bibliotecario»

  1. ¡Qué lindo! Me gustó mucho, Ana.
    ¿Ya tienes en tu poder el regalo «escritoril» del blog de Lídia? ¡Envidié tu suerte!
    Anda, sé buenita, publica una foto donde estés utilizando algún objeto de esa caja mágica…
    ¡Un abrazo grande!
    😘😘😘😘😘

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    1. Y yo que me alegro, Sari!! Ando un poco desconectada en los últimos días y por poco ni me entero de la suerte que tuve 🤦🏻‍♀️ Hoy le pasé mis datos a Lídia, en cuanto lo tenga subo una entradita, qué ilusión!!!! Ahora ando por Bélgica, disfrutando de un poquito de tiempo con la family, que lo necesitaba!!! Besazos enormes, mi linda! 😘😘😘

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