El relato del viernes: «Las calles vacías»

Las calles vacías

Las calles vacías habían permanecido a la espera de nuestro regreso durante todos estos años, apacibles, sosegadas, manteniendo intacta la misma esencia que nos había cautivado la primera vez que las recorrimos juntos. Volver fue como dar un salto atrás en el tiempo, como emprender un viaje a través de los años a una época en la que las arrugas aún no nos curtían el rostro y las noches parecían volverse eternas al calor de nuestros sueños. La vida se nos antojaba infinita por aquel entonces, aunque el paso de las hojas en el calendario nos fue demostrando que no era así, o quizá sí, pero no para nosotros. La sombra de esa certeza cubría las luces con un halo de opacidad que estuvo permanente durante todo el tiempo que permanecimos tomados de la mano, recorriendo aquellas calles que nunca habían llegado a ser extrañas, a pesar del tiempo transcurrido.

Recuerdo que la suavidad de tus manos volvió a ser la de antaño durante nuestro paseo. Por instantes, tu risa fresca volvió a llegar hasta mis oídos desde tiempos remotos, a pesar de que ninguno de los dos hubiese pronunciado palabra alguna. Me reconfortó sentir el calor de tu cuerpo menudo, que parecía buscar al amparo de mis brazos aquel refugio que construí para ti. Hacía tanto tiempo que no caminábamos así, los dos solos, abrazados, fundiendo las pieles y las almas en una única existencia, que casi tenía olvidadas las sensaciones que un acto tan simple producían en mi ser. Quise retener aquel momento para siempre.

El destino jugó su baza en la partida de nuestra vida con tanta crueldad que, a la mañana siguiente, tus ojos no volvieron a tener la oportunidad de contemplar aquellas desangeladas calles que una vez nos colmaron de dicha. «Es un lugar perfecto para morir, si estoy contigo», me dijiste un día y jamás llegué a imaginar el premonitorio significado que tendrían aquellas palabras. Aquella mañana, las calles estaban repletas de gente y las luces veladas de la noche anterior habían dado paso a un radiante sol, pero yo nunca antes me había sentido tan solo. Mi soledad fue penetrante, reflexiva, trascendente, insufrible.

Que me perdonen aquellas calles que nunca más volveré a recorrer, pero yo siempre las preferí vacías y con tu mano en la mía.

Ana Centellas. Noviembre 2019. Derechos registrados.

https://www.safecreative.org/work/1911142477812-las-calles-vacias
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Publicado por Ana Centellas

Porque nunca es tarde para perseguir tus sueños y jamás hay que renunciar a ellos. Financiera de profesión, escritora de vocación. Aprendiendo a escribir, aprendiendo a vivir.

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