El relato del viernes: "Un papel candente"

Un papel candente

El papel le quemaba en el bolsillo como si estuviese prendido en llamas. Caminaba cabizbajo, con la mirada dirigida al suelo, como si el hecho de levantarla fuese a delatarle y todo el mundo a su alrededor supiese lo que había hecho y fueran a señalarle con dedos acusadores. En su imaginación, creía llevar un cartel adherido a su frente en el que estuviese escrita con letras grandes y llamativas la palabra culpable. Así se sentía.

No sabía por qué lo había hecho. Bueno, en realidad, sí que lo sabía, pero en su interior se abría un furioso dilema acerca de si en verdad el fin justificaba los medios, como había llevado repitiéndose a sí mismo desde el instante en que había tomado aquel documento prestado, por así decirlo. Todo había ocurrido en cuestión de segundos. El despiste, la oportunidad, la imagen de sus pequeños anhelantes, la suya propia como un fracasado, la liberación. Y ya estaba hecho.

Cuando llegó a casa y vio a sus hijos con las ropas desgastadas, heredadas de amigos o recogidas en los centros de caridad, aquella sensación de culpabilidad se fue suavizando un poco. El guiso que les estaba esperando en la mesa, consistente en unas cuantas patatas bañadas con mucho caldo y ni un mísero pedazo de carne, terminó por disiparle las dudas. Con aquel sencillo papel, se habrían acabado las penurias para su familia. Era la solución para todas sus penalidades. Había hecho lo correcto. De todas formas, guardó el secreto sin motivo aparente, quizá para no despertar ilusiones que finalmente cayesen en saco roto.

Sin embargo, la noche le llevó a retomar el círculo vicioso de indecisión que le había acompañado en su viaje hasta casa. Ya no tenía tan claro que su decisión hubiese sido la acertada. Durante noches se vio inmerso en sueños cíclicos en los que se veía atosigado por improperios y amenazas. Todos ellos acababan con un «¡culpable!» pronunciado en voz alta, una palabra llena de reproches que le intimidaba. Despertaba bañado en sudor y ya no era capaz de conciliar el sueño, volviendo otra vez a su batalla interior.

Durante días libró aquella batalla en solitario y en silencio. No quiso compartir con su familia aquella inquietud que le corroía por dentro. Mientras tanto, aquel papel seguía quemándole en el bolsillo con tanta intensidad como si hubiese todo un infierno guardado allí dentro. Cada vez dormía menos y su ánimo decaía por momentos. Llegó incluso a enfermar de manera física.

No había pasado ni una semana desde que guardaba aquel pedazo de papel en su bolsillo cuando uno de sus hijos pidió unos materiales que necesitaba para la escuela. Revisó su monedero, del que solo cayeron apenas unos céntimos. Comprobó su cuenta bancaria para ver cómo los números rojos iban en aumento día tras día. La situación económica familiar nunca había sido tan crítica. Sintió aquel calor acuciante que provenía del interior del bolsillo de su pantalón y metió la mano para coger el décimo premiado por primera vez en todos aquellos días. Lo acarició con suavidad, recorriendo los bordes con el dedo, tomándose su tiempo para asimilar las sensaciones que le producía su tacto.

Al cabo de unos minutos, la decisión estaba tomada. Le dijo a su hijo que no se preocupase por los materiales, que en un par de días los tendría todos. Ya se ocuparía de los remordimientos más adelante.

Ana Centellas. Diciembre 2019. Derechos registrados.

https://www.safecreative.org/work/1912102653376-un-papel-candente

*Imagen: Pixabay.com (editada)

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Publicado por Ana Centellas

Porque nunca es tarde para perseguir tus sueños y jamás hay que renunciar a ellos. Financiera de profesión, escritora de vocación. Aprendiendo a escribir, aprendiendo a vivir.

6 comentarios sobre “El relato del viernes: "Un papel candente"

  1. Ya cambié el día. Con esta cuarentena ni llevo la cuenta aunque al principio lo dices bien. Es viernes. Aquí en Chile los días son iguales hace dos meses. Son las 4:30 de la mañana y me había levantado para desayunar. Por lo menos me encontré con tu relato

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