
El placer de la lectura
Con cada libro que leía se sentía elevar. Poco a poco, fue alcanzando una altura considerable, desde la que podía divisar incluso los confines inexistentes del mundo. A medida que devoraba ejemplares, tanto su cuerpo como su alma parecían flotar en las alturas, ingrávidos, etéreos como si fueran de nube.
Un aciago día, alguien le negó el placer de la lectura. Desde entonces, ha sido incapaz de levantar el vuelo.
Ana Centellas. Diciembre 2019. Derechos registrados.

*Imagen tomada de la red (editada)

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Son el aliento que pinta los días cotidianos.
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Dolorosamente poético. Abrazote.
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