
La fábrica de recuerdos
La llevaba siempre consigo, colgada alrededor del cuello con una cinta de cuero tan desgastada como las manos que la cogían. En cualquier situación, formal o informal, hombre y cámara formaban un tándem inseparable. Entres sus amigos corrían, incluso, apuestas sobre si la llevaría también mientras dormía.
Renegaba de las modernas cámaras digitales que fabricaban las fotografías como si fueran churros saliendo del aceite hirviendo. Decía que se limitaban a capturar momentos, tan planos y carentes de expresión que al poco tiempo quedan en el olvido, acumulados junto a cientos iguales que ellos. Sin embargo, decía de su pequeña reliquia que era capaz de capturar hasta el alma del propio instante en que tomaba la fotografía. Y que, después, tras pasar por todo el ritual del revelado, se hacía aún más tangible, imperecedera e inmortal.
Para todos, solo era una vieja cámara de fotografía. Para él, era una auténtica fábrica de recuerdos.
Ana Centellas. Marzo 2021. Derechos registrados.


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