El relato del viernes: «El jardín más bello del mundo»

Fuente: Pixabay

El jardín más bello del mundo

Era una pequeña casa que llamaba la atención a todo aquel que visitaba el pueblo. A diferencia de las demás, construidas en piedra o con anodinos ladrillos de color naranja, esta estaba hecha de madera. Destacaban sus grandes listones lacados en blanco, que refulgían con el sol, y sus hermosas tejas de barro, acodadas sobre un bonito tejado a dos aguas, que le conferían el aspecto de una casa de cuento. Estaba rodeada por una valla de escasa altura, también de madera blanca, que permitía ver el verdadero tesoro que escondía aquel idílico hogar: un espléndido jardín repleto de las flores más hermosas que nadie hubiera podido imaginar.

La valla que delimitaba la parte posterior de la casa estaba cubierta por unas frondosas coníferas que, durante el verano, regalaban un aroma especial a calor y a hogar. En el resto del jardín, que circundaba la vivienda, convivían las más variadas plantas sin aparente orden, pero que le conferían un aspecto mágico. Grandes rosales cuajados de las rosas más espectaculares jamás vistas salpicaban el espacio por doquier, con sus pétalos aterciopelados y sus vistosos colores, que aportaban una fragancia exquisita. Azucenas, gladiolos, claveles, lirios, nardos, pensamientos, calas, orquídeas y algún tulipán eran solo algunas de las preciosas variedades que se podían descubrir paseando entre las verdes hojas. Por último, un espléndido galán de noche bordeaba toda la valla por el espacio que dejaban libre los cipreses, convirtiendo el jardín en un cielo estrellado durante las cálidas noches de verano.

Tras todo aquel exuberante vergel de color y vida se hallaba la mano de la señora Hortensia, que cuidaba de sus flores y plantas con un cariño desmesurado. Siempre se la podía ver en el jardín, regando a sus compañeras, pulverizando sus hojas, recortándolas con delicadeza, hablándoles con ternura y cantándoles las más bellas canciones. Sabía cómo orientar a las flores para protegerlas del viento, cuándo había que podar los árboles para que creciesen con más fuerza y cómo nutrir el suelo para que todas luciesen en su mayor esplendor.

Muchos eran los visitantes que acudían al pueblo solo para contemplar el jardín de la señora Hortensia, cuya fama se había extendido, incluso, más allá de los límites de la comarca. Y ella, siempre amable y solícita, siempre permitía que entrasen en su casa para hacerlo, ofreciéndoles una agradable taza de té en la pequeña mesita de forja que había en el rincón más sombreado y una amena conversación.

Hace cinco años que la señora Hortensia se marchó para reunirse con su esposo en algún lugar cercano a esas estrellas que siempre les gustaba contemplar juntos y que habían sido testigos de largos años de amor. La casa quedó cerrada tras su marcha y se fue deteriorando sin remedio sin nadie que le ofreciese sus cuidados. La madera de las paredes, a falta de una buena mano de pintura, aparecen desconchadas y con marcas de humedad. Los pájaros han movido algunas tejas y han comenzado a brotar malas hierbas entre ellas. Sin embargo, las flores del jardín, lejos de marchitarse, cada día lucen más soberbias, sin ningún cuidado aparente. El césped se mantiene cortado con pulcritud y los setos conservan la forma que la señora Hortensia les dio en sus últimos días de vida.

El jardín más bello del mundo se ha convertido en casi una atracción turística para los visitantes de la zona, ávidos de conocer la historia de aquel paraje de cuento que, según dicen, no necesita de ningún cuidado para mantenerse lozano. Sus fotografías han llegado a dar la vuelta al mundo. Las gentes del lugar cuentan que, por las noches, aún se puede escuchar la voz de la señora Hortensia hablándoles con cariño, contándoles historias lejanas de más allá de las estrellas. Y el galán de noche florece y se mece con el viento, acunado por su dulce voz.

Ana Centellas. Diciembre 2021. Derechos registrados.

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Publicado por Ana Centellas

Porque nunca es tarde para perseguir tus sueños y jamás hay que renunciar a ellos. Financiera de profesión, escritora de vocación. Aprendiendo a escribir, aprendiendo a vivir.

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