
Y me bajó las estrellas
El momento era perfecto. Era una de esas noches de verano que casi parecen estar hechas de magia. No nos honraba con su presencia una magnífica luna llena que lanzase plateados destellos sobre el mar, pero tampoco hacía falta. Al contrario, esta brillaba precisamente por su ausencia y la luna nueva permitía contemplar un cielo cuajado de millones de estrellas. El espectáculo era impresionante.
Habíamos conseguido escaparnos de nuestro grupo de amigos para dar un bonito paseo por la playa. Acompañados únicamente por el suave rumor de las olas y por el titilar de todos aquellos pequeños puntos de brillante luz. Terminamos sentados en la orilla, en silencio, disfrutando del momento.
Creí que iba a besarme cuando se acercó a mí con esos ojos suyos llenos de picardía. En lugar de ello, me susurró algo, muy cerca del oído. Tanto que logró aquello que no había conseguido la fresca brisa del mar: que toda mi piel se erizase. “Voy a bajarte las estrellas”, me dijo, para levantarse de inmediato y alejarse de mi lado.
No supe cómo reaccionar ante aquellas palabras. Temí haber entrado en ese juego del amor romántico que llevaba toda la vida tratando de evitar. ¿Qué había querido decir con eso? ¿Y por qué me había dejado sola? Por un momento, sentí miedo. Me llevé la mano a la frente con gesto de agobio. Solo fue un instante, hasta que decidí relajarme y disfrutar de la noche.
Solo tardó un par de minutos en regresar. Volvió sereno, sin prisa, con una sonrisa en el rostro y dos cervezas bien frías en la mano. Creo que ese fue el momento en que, de verdad, me enamoré de él.
Ana Centellas. Noviembre 2021. Derechos registrados.


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