El relato del viernes: «El cartel»

Fuente: Pixabay

El cartel

Leyó el cartel y se quedó pensando. La había atraído demasiado como para no detenerse ante él, pero, aun así, a punto estuvo de continuar adelante sin detenerse siquiera. Una vez leído, un placentero hormigueo la recorrió el cuerpo entero, comenzando por los pies y terminando en la coronilla. Sintió cómo todo el vello de su cuerpo se erizaba. Conocía bien aquella sensación, era la emoción, ilusión en estado puro  y había muy pocas cosas que lograsen despertarla. Tan pronto como el último latigazo de cosquilleo hubo abandonado su cuerpo, la realidad se impuso sobre ella como una pesada losa que tuviera que cargar sobre su espalda. Sus hombros se vinieron abajo, suspiró y a punto estuvo de darse la vuelta de inmediato y alejarse de allí. Sin embargo, un pequeño pellizco se había quedado alojado en su estómago, así que tomó una fotografía del cartel, solo por si acaso, y se marchó un tanto abatida.

Al llegar a casa, ya caída la noche, en su memoria no quedaba ni rastro del cartel que había estado leyendo por la mañana. Había sido un día intenso y no se había permitido pensar en otra cosa que no fuese su trabajo. Pero en ese momento, relajada ya y sin ninguna otra preocupación inmediata, se dispuso a descansar un ratito, móvil en mano. Fue así como se encontró con la fotografía del cartel. De inmediato, volvió a sentir la misma descarga eléctrica que cuando lo vio por primera vez. En su mente comenzó a forjarse un pensamiento: ‘¿por qué no?’ Pero, al momento siguiente, su cabeza le decía lo contrario: ‘Sabes que no eres buena’.  Durante un buen rato, toda clase de pensamientos contradictorios se le pasaron por la cabeza, aturdiéndola sin necesidad y con la amenaza de un interesante dolor de cabeza. Decepcionada, sintió la tentación de eliminar la fotografía de su teléfono, pero las mariposas que se habían instalado en su estómago se lo impidieron, así que se conformó con no pensar en ello durante el resto de la noche.

Durante varios días, la inquietud fue su más fiel compañera. Apenas podía dormir por las noches y, durante el día, el cosquilleo en el estómago era constante. Revisaba una y otra vez la fotografía guardada en el móvil y, cada vez que lo hacía, se mordía el labio inferior y sus ojos brillaban de ilusión. Pero siempre llegaba la fastidiosa vocecita dentro de su cabeza para amargarle el momento y desistía de seguir adelante. Cada día que pasaba su nerviosismo se iba acrecentando. El plazo estaba a punto de finalizar.

Una mañana, a tan solo dos días para el final del plazo, se levantó con un único pensamiento en la mente. ‘¿Y qué pierdes por intentarlo?’, se dijo. La voz insoportable de su cabeza trató de hablar, pero la otra, la que siempre permanecía callada y que era interrumpida cada vez que trataba de hablar, se alzó con claridad: ‘¡No pierdes nada!’ Así que optó por hacerle caso, no fuese a llevar razón para una vez que lograba imponerse.

Aquel día llamó al trabajo para avisar de que le había surgido un imprevisto y necesitaba tomarse el día libre. Rebuscó en un armario hasta que encontró sus queridas acuarelas, las que hace demasiado tiempo que había desistido de usar. Sonrió al comprobar que todavía estaban en buen estado y se puso manos a la obra. Aquel día trabajó como nunca antes lo había hecho. Se olvidó, incluso, de comer. A la noche, cuando, por fin, recogió sus cosas, estaba exhausta. Pero, al observar su trabajo, sonrió complacida. Puso en marcha el escáner y envió un correo electrónico con un único archivo adjunto, el resultado de más de quince horas de esfuerzo. Aquella noche, por primera vez en mucho tiempo, durmió tranquila y sin interrupciones.

Han pasado varios meses desde aquello. Hoy los carteles que cubren las paredes de su barrio anuncian un evento importante. En ellos, su ilustración, la que estuvo a tiempo de no enviar a aquel concurso porque creía no estar capacitada para ello, resplandece y es admirada por todo el que la contempla.

En su cabeza, una de las voces, la que siempre callaba, le dice a la otra, a la incordiante:

—Ni se te ocurra volver a abrir la boca nunca más.

Y ella, por fin, creyó en sí misma.

Ana Centellas. Diciembre 2021. Derechos registrados.

El cartel por Ana Centellas se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
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Publicado por Ana Centellas

Porque nunca es tarde para perseguir tus sueños y jamás hay que renunciar a ellos. Financiera de profesión, escritora de vocación. Aprendiendo a escribir, aprendiendo a vivir.

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