El relato del viernes: «Doble vida»

Fuente: Pixabay

Doble vida

Dicen que todo el mundo tiene un doble en alguna parte. Yo conocí al mío por casualidad, en el medio de una multitud arrebatadora que cruzaba un paso de peatones de una gran avenida de Madrid. Es difícil explicar el sentimiento que surge en tu interior cuando te ves venir de frente, caminando con una despreocupación que tú estás muy lejos de sentir.

Mi primera reacción fue la sorpresa, como puedes comprender. Imagina que vas caminando por la calle, sumida en tus pensamientos, dando vueltas a todos los problemas que tienes en mente, ajena a las decenas de personas que te envuelven, pero sin arroparte, y te ves a ti misma acercarte. Fue como si estuviese contemplando mi imagen en un espejo y, como curiosidad, te diré que mi primer pensamiento fue desde cuándo tenía yo aquel vestido. Llegué a creer que me habían cambiado de ropa en algún momento del día sin tan siquiera enterarme.

Después pasé a la incredulidad. Estaba claro que la persona que venía caminando hacia mí no era yo, pero el parecido conmigo era asombroso. Como dos gotas de agua, como se suele decir. La misma melena pelirroja, con ligeras ondulaciones que se movían al compás de los movimientos, aunque he de decir que la suya parecía mucho más sedosa. Las mismas pecas enmarcando una pequeña nariz respingona. Los mismos ojos oscuros, a pesar de que los suyos parecían más llenos de vida. Se cruzaron durante un instante con los míos, al tiempo que nuestras manos casi se rozaban entre la multitud. Sin embargo, su expresión no varió en lo más mínimo. Si se sorprendió tanto como yo, desde luego no lo demostró. Ni siquiera giró la cabeza, como hice yo una vez que hubo pasado de largo, para comprobar si era cierto lo que estaba viendo.

Y, por último, sentí, por qué no decirlo, cierta envidia. Aquella persona, que bien podía haber sido yo misma, irradiaba una seguridad y una confianza en sí misma que ya hubiera querido para mí. Sin conocerla, era más que evidente que derrochaba una carismática personalidad que, en aquel momento, pasó sobre mí como una apisonadora. Y, sí, lo reconozco, por primera vez en mucho tiempo, me sentí envidiosa.

Cuando terminé de cruzar la avenida, tras los últimos parpadeos de un pequeño muñeco verde que me avisaban de que debía darme prisa, fui a toparme con mi propio reflejo en el escaparate de una conocida cadena de moda. Y qué queréis que os diga, me gustó más el que había visto en el paso de peatones. Giré la cabeza para observar por última vez a aquella muchacha que tanto se parecía a mí, pero no quedaba ni rastro de ella. Había desaparecido entre la multitud como si nunca hubiese existido y, por un momento, dudé, incluso, de que hubiese sido real. Quizá era yo misma, que llevaba una doble vida sin saberlo. ¿Quién sabe? Lo único que pude hacer fue entrar en el comercio para comprar el vestido que llevaba mi doble, que, por casualidad, o causalidad, nunca se sabe, estaba expuesto en el escaparate.

Ana Centellas. Diciembre 2021. Derechos registrados.

Doble vida por Ana Centellas se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
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Publicado por Ana Centellas

Porque nunca es tarde para perseguir tus sueños y jamás hay que renunciar a ellos. Financiera de profesión, escritora de vocación. Aprendiendo a escribir, aprendiendo a vivir.

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