

Permanecía aletargado sobre la escarcha que cubría las ramas del árbol que hasta entonces había sido su morada. Era un mirlo negro de un plumaje tan brillante y tan límpido que destacaba sobre los tallos emblanquecidos por la crudeza del invierno. Solo quedaba él habitando aquel paraje gélido y severo. Sus compañeros habían levantado el vuelo en busca de otros bosques más frondosos que les guareciesen de las bajas temperaturas, pero él había permanecido anclado a la melancolía de los recuerdos que hacían de aquel árbol su hogar.
En la distancia creyó percibir el eco de un canto que, aunque desconocido, despertó su corazón de la desidia y el sopor que la soledad producía en él. Se irguió con emoción y agudizó el oído. Aquel canto volvió a escucharse en la blanca lejanía, un reclamo de afecto que viajaba a través de la nívea espesura de hielo.
El mirlo agitó sus alas y devolvió el saludo, un canto de esperanza que atravesó los carámbanos, dejándolos fracturados a su paso. Estaba listo para alzar el vuelo.
Ana Centellas. Diciembre 2019. Derechos registrados.
Avanzaban encorvados, arrastrando los pies, sintiendo el peso de los años sobre sus espaldas. Iban en fila, uno detrás de otro, en completo silencio. Solo se escuchaba el sonido de las respiraciones entrecortadas.
—¿Falta mucho? —preguntó Baltasar, que iba en último lugar, por tercera vez en lo que llevaban de noche. Siempre se había caracterizado por su impaciencia y el paso de los años no había hecho más que acentuarla.
Gaspar resopló con fuerza y se giró hacia él.
—No, Baltasar, no. Solo nos queda el hemisferio sur— repuso, sin poder evitar la ironía en su respuesta. Siempre le habían tildado de quejica y llevaba toda la noche mordiéndose la lengua para que no se notase su disgusto.
Melchor se detuvo un instante, haciendo que la comitiva se chocase contra él.
—Vamos, chicos, que somos magos —les alentó con una sonrisa. No en vano le llamaban Melchor, el optimista.
—¿Recordáis el año que solo le llevamos regalos a un niño? Ay, ¡qué tiempos aquellos! —suspiró Baltasar.
—¿Y de quién fue la idea de repartir regalos a todos los niños del mundo, eh? ¿De quién? —contestó Gaspar, con su habitual retintín.
—Mía, ya lo sabes. ¿Hasta cuándo vas a estar reprochándomelo? —preguntó Melchor.
—Hasta que nos jubilemos, Melchor, hasta que nos jubilemos…
Ana Centellas. Diciembre 2020. Derechos registrados.
Se desvanece,
apenas un suspiro.
Otro año más.
Ana Centellas. Diciembre 2020. Derechos registrados.
Escondidos entre luces, entre brillantes estrellas y entre rojo espumillón, te observan. Agazapados, sin hacer ruido, examinan tu conducta en busca de hipocresía. Sabrán, con solo mirarte, si la bondad de tu rostro habita en ti todo el año o solo sale a la luz al compás de un villancico.
Son muchos los que los temen, inquietos y recelosos por que descubran su falsedad. Y tú, ¿te has portado bien este año? ¿Pasarás el escrutinio de los Duendes de Navidad?
Ana Centellas. Diciembre 2020. Derechos registrados.