
El vuelo del mirlo
Permanecía aletargado sobre la escarcha que cubría las ramas del árbol que hasta entonces había sido su morada. Era un mirlo negro de un plumaje tan brillante y tan límpido que destacaba sobre los tallos emblanquecidos por la crudeza del invierno. Solo quedaba él habitando aquel paraje gélido y severo. Sus compañeros habían levantado el vuelo en busca de otros bosques más frondosos que les guareciesen de las bajas temperaturas, pero él había permanecido anclado a la melancolía de los recuerdos que hacían de aquel árbol su hogar.
En la distancia creyó percibir el eco de un canto que, aunque desconocido, despertó su corazón de la desidia y el sopor que la soledad producía en él. Se irguió con emoción y agudizó el oído. Aquel canto volvió a escucharse en la blanca lejanía, un reclamo de afecto que viajaba a través de la nívea espesura de hielo.
El mirlo agitó sus alas y devolvió el saludo, un canto de esperanza que atravesó los carámbanos, dejándolos fracturados a su paso. Estaba listo para alzar el vuelo.
Ana Centellas. Diciembre 2019. Derechos registrados.

