Hoy se ha
ido el abuelo. Se ha marchado sin hacer apenas ruido, llevándose consigo el
cofre donde guardábamos nuestros sueños. No supe ver el reloj que medía el
tiempo que nos restaba juntos, que dejaba caer de manera serena, pero sin
pausa, la arena blanca y suave de algún que otro verano perdido.
Hoy se ha
ido el abuelo y solo él y yo sabemos cuánto le voy a echar de menos.
Aquí os dejo con una de mis últimas aportaciones a Desafíos Literarios, en mi columna Letras a la Deriva. No dejéis de visitar la página, donde encontraréis textos maravillosos de compañeros estupendos.
Khaled
Entre losescombros de lo que un día fue su escuela, Khaled se sienta en el suelo y juegaa amontonar piedrecitas. Las amontona con las manos sucias y, cuando la pilaestá haciendo equilibrios a punto de derrumbarse, las derriba con un golpe demisil improvisado con el brazo derecho. Hace tiempo que ya no puede ir a laescuela, pero el pequeño sigue acudiendo día tras día, para mantener vivo elrecuerdo de lo que una vez fue algo de felicidad.
Quedapoca gente en el pueblo, medio derruido y falto de alegría. Muchos murieron,otros muchos huyeron en busca de una nueva vida alejada de la guerra y eldesastre. A los que quedaron allí, rara vez se les puede ver esbozar unasonrisa. Khaled juega solo, apilando los escombros de su escuela una y otravez.
Seescucha un estruendo en la distancia. Khaled, sin alterarse, alza la mirada desu juego para ver la gran nube de polvo levantada por algún misil. El cielo havuelto a iluminarse otra vez. Como cada día. Con calma, el pequeño lanza denuevo su brazo para hacer caer una torre de piedras más.
Ana Centellas. Septiembre 2018. Derechos registrados.